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Y en nuestro segundo encuentro, ese 31 de diciembre en el café del
segundo piso de la librería Foyles, con música jazz de fondo, dijo:
-Juan, lo que más me gustó de ti fue… (Suenan redoblantes en mi cerebro dentro de mi circo
interno, loco y constante)
…tu estupidez
Perplejo me quedo; se callan los redoblantes, los animales que
en mi habitan, en mi circo, se encogen, ponen sus patas en los ojos y miran por un pequeño espacio que dejan justo
para mirarme; todos los animales excepto el chimpancé, quien se ríe y da botes.
Yo exteriorizo haciendo un esfuerzo por no escupir el sorbo de chocolate que
acabo de ingerir y acelero el proceso para tragarlo, muevo las cejas con sorpresa
y gracia, además de sentir como mi boca está entreabierta e intenta decir
algo sin lograrlo, solo balbucea, mis hombros y postura en general se derrumba.
Ella, al observarme, rápidamente toma la palabra nuevamente y
con gracia, entre risas al verme y al ser consciente, hasta ese preciso
momento, de lo que acaba de decir, se anticipa y añade:
-No, no, no… me refiero es que me hiciste feliz…
Continúa hablando pero nuestras palabras se pisan. Todo se
vuelve confuso y cómico. Yo respondo cosas como:
“Wow! Si querías halagarme creo
que no lo has logrado”
“Claro, soy estúpido y me alegra saber que eso te hace
feliz… a ti”
“Fue un placer… mmm ¿Por dónde queda la salida?”
"Bueno, lo importante acá es que no sabes mi nombre verdadero. Te mentí"
"Bueno, lo importante acá es que no sabes mi nombre verdadero. Te mentí"
No estoy molesto
para nada, de hecho lo que empiezo a hacer es ser cada vez más divertido porque
me causa mucha gracia todo. Noto que ella se ríe y me
gusta (eso es algo paradójico); mis muecas salen por doquier y mis manos se vuelven
torpes mientras continuo sacando cuanta cosa se me ocurre
“ok, que entre la
escena del pastel en la cara, creo que es el momento”
Ella no para de reír pero se siente apenada. Me interrumpe colocando
sus manos muy cerca de mi cara,su cuerpo se inclina y queda muy cerca de mi. Su sonrisa franca y bella, sus
mejillas coloradas por la pena; me derrumba, me desarma, me encanta. Me pide
que le permita explicar. Yo había escuchado lo de “feliz” y por ello me
intereso y la dejo, al fin, continuar.
-Me sacaste de la monotonía de mi mundo, de la rigidez de
los días que he vivido. Se me había olvidado reír ¡Necesitaba salir! ¡Bailar! ¡Gritar! ¡Tomar!... ¡Oh por Dios! Quedarme contigo apenas conociéndote. Era una salida y ya, pero
te conocí. Necesitaba volver a decirte más de una vez que me gustabas. ¡Sentir que no
ibas a llamar! Volverte a ver y volver a entender que hay más cosas aparte de aquellas
en las que me he sumergido y a las que le he apostado. Sin proponértelo me
diste todo lo que yo necesitaba… me hiciste feliz.
Nos quedamos mirando y tan
solo el silencio se interpuso entre los dos.
Yo, que antes tan solo estaba “derrumbado”
Yo, que antes tan solo estaba “derrumbado”
ahora… me
enamoro.
*NOTA ACLARATORIA:
Ningún animal fue maltratado en esta anécdota.
En mi circo imaginario los animales son lo que son y sus personalidades
afloran, ellos no son entrenados para nada, están únicamente para que sean y
puedan ser en un lugar donde también habita el hombre (un hombre) y sus pensamientos.
Junio 28 de 2013
(Recuerdo de aquel
31 de diciembre)

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